Es altamente probable que conozcas a una o a muchas personas que afirman, de manera categórica, que
su perro es superinteligente y que solo le falta hablar para que lo compruebes de manera fehaciente. Quizá esas personas también argumentarán que
sus mascotas tienen emociones y pensamientos. ¿Es posible, de acuerdo con los estudios científicos, que estas ideas encierren una gran verdad?
En la última década se han hecho pruebas y experimentos de laboratorio en un campo científico novísimo:
la etología cognitiva de los perros. Los especialistas en esta área han hallado que no se trata de un mito, y que la
inteligencia de los perros equivale a la de un infante de dos años.
El libro
The Genius of Dogs. How Dogs Are Smarter Than You Think
(El genio de los perros.
Cómo los perros son más inteligentes de lo que
piensas), de Brian Hare y Vanessa Woods, permite tener una idea del
interés que ha puesto la ciencia para tratar de comprender de qué manera
los perros logran
“entender” a los seres humanos, cómo consiguen establecer lazos de
comunicación con otra especie.
Después de revisar más de 600 artículos de investigación relacionados
con el tema, Hare, director del Centro de Cognición Canina de la
Universidad Duke, en Durham, Estados Unidos, sostiene que, además de los
seres humanos, los perros son los mamíferos más exitosos en el mundo.
Mientras la población de otras especies ha decrecido como resultado de
la actividad del ser humano, nunca en la historia ha habido más perros
en el planeta que hoy en día.
En su calidad de antropólogo evolucionista, Brian Hare también
argumenta que “los perros tienen más trabajos que nunca”: dan asistencia
a las personas con discapacidad física o intelectual; auxilian en
terapias para ancianos o enfermos;
encuentran bombas;
realizan funciones de vigilancia; en las aduanas, detectan productos
ilegales; incluso, han logrado identificar melanomas o cánceres
intestinales.
Si el perro ha sido tan exitoso en todas estas tareas se debe, seguramente, a su genio, a su
habilidad espontánea para realizar inferencias, a su
capacidad empática y adaptativa para interpretar las reacciones, los gestos, las miradas y las señales de los
humanos, con cuya convivencia los dotó —mediante un proceso de
domesticación que lleva por lo menos 15,000 años— de una clase de inteligencia que se puede considerar como “especial” en el reino animal.
De hecho, Hare acaba de abrir el servicio en línea Dognition (
www.dognition.com)
que, por una módica cuota, ayuda a los usuarios a entender el estilo
cognitivo de su perro, por medio de una serie de preguntas y juegos,
diseñados sin carácter competitivo pero sí con el propósito de revelar
las habilidades de los perros.
Coeficiente intelectual perruno
¿De qué manera un científico comprueba que un perro es capaz de pensar,
de adquirir información acerca del mundo que lo rodea y de actuar en
consecuencia?
Por supuesto que no se mide el coeficiente intelectual (IQ) de los
perros ni se les aplican pruebas de vocabulario avanzado, pero sí
se les evalúa mediante el reconocimiento de “comandos”, o instrucciones que se dan a los perros adiestrados.
Por ejemplo, a los canes se les solicita recordar en dónde quedó escondido un premio en forma de alimento. La v
oluntad de aprender un nuevo truco reemplaza a las sumas complejas.
Y la resolución de problemas queda ilustrada por la manera en que un
perro se las ingenia para que algún alimento o juguete acabe en su
hocico.
Aunque la investigación sobre las habilidades cognitivas de los perros
se inició desde los años sesenta, fue hasta hace una década cuando su
investigación sistemática condujo a una revolución en el estudio de la
inteligencia canina, surgida en el contexto de la psicología comparada.
En estos últimos 10 años se ha aprendido más sobre los perros que
durante todo el siglo pasado.
La combinación de la atención que nos conceden los perros, aunada a
sus poderes sensoriales es algo explosivo”, señala Alexandra Horowitz,
profesora de psicología en el Colegio Barnard de la Universidad de
Columbia, en Nueva York, quien escribió el libro Inside of a Dog. What Dogs See, Smell, and Know (El interior de un perro. Lo que los perros ven, olfatean y saben).
El primer reto que lanza la autora es considerar a los perros como una
especie de “antropólogos caninos”, debido a que nos observan y nos
huelen como ningún otro animal lo hace;
tienen la capacidad de sintonizarse con nosotros para darse cuenta de lo que es normal o diferente;
reaccionan ante estímulos antes
de que nosotros podamos hacerlo. Tanto que las personas ciegas, sordas o
con alguna otra discapacidad obtienen de los perros la ayuda necesaria
para desenvolverse en un mundo en el que no podrían circular sin el
apoyo de sus lazarillos.
Para Horowitz no hay duda de que los perros aprenden debido a que es la
manera natural en la que funciona cualquier sistema nervioso: ajusta
sus acciones con el paso del tiempo en respuesta a la experiencia. Los
perros han aprendido que somos una herramienta útil para ellos: les
proporcionamos protección, alimento y compañía; sin embargo, también
tienen la habilidad de aprender al observar lo que otros perros hacen:
si un perro empieza a cavar un hoyo en la tierra, muy pronto se le
unirán otros para agrandar el agujero; esto se ha descrito como
“estímulo mejorado”. Y aunque no se les reconoce la posibilidad de
imitación, sí se acepta que desarrollan un entendimiento imitativo que
proviene de la demostración de cómo otros obtienen algo.
Recuerdos caninos
Al indagar en la perspectiva de un perro, Horowitz vislumbra que aun
sin la evidencia de que los canes experimentan el paso del tiempo, sí
tienen una noción del transcurso del día gracias a un reloj biológico
regido por un
ciclo circadiano
que alterna los periodos de sueño con los de vigilia. Dicha función se
regula en los seres humanos por el núcleo supraquiasmático, localizado
en el hipotálamo. Y sí, adivinaste: el cerebro de los perros también
tiene un
hipotálamo.
El marcapasos de los perros los vuelve más activos cuando amanece,
reducen su actividad en la tarde y tienen un ligero incremento de
energía en la noche. Sin embargo, el reloj más preciso es su estómago.
La prueba de que
los perros recuerdan radica, de
acuerdo con la especialista, en el hecho de que nos reconocen cuando
regresamos a casa, no olvidan el lugar en el que está su juguete
favorito y saben cuando les darán de comer o los sacarán a pasear.
Otra prueba de su
memoria:
cuando descubren que los llevarán al consultorio veterinario, cambian
su actitud corporal y llegan a mostrar ansiedad. También recuerdan sus
casas, los lugares por los que caminan, a otros perros, las agresiones y
castigos infligidos, a los amigos de sus dueños y mucho más.
¿Perros malos?
El doctor Moisés Heiblum es el responsable del área de Etología Clínica
del Departamento de Etología, Fauna Silvestre y Animales de Laboratorio
(DEFSAL), adscrito a la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de
la UNAM. Se especializa en investigar las causas de la conducta anormal
de los animales y su posible corrección.
Heiblum señala que se empezó a estudiar la inteligencia de otros
animales porque el perro estaba a nuestro lado, y dábamos por hecho su
existencia doméstica e incluso su inteligencia.
Sin embargo, apunta el etólogo, se han descubierto en los perros
habilidades cognitivas para resolver problemas que se creían exclusivas
de los primates, debido a la ventaja anatómica que representa tener
manos con dedos y pulgares.
El veterinario menciona algunos experimentos que muestran las
habilidades cognitivas de los perros. Por ejemplo, si un can tiene
enfrente dos pedazos de carne, uno grande y otro pequeño, inicialmente
consumirá el que tenga más cerca; pero si los dos pedazos están al mismo
nivel y a la misma distancia, elegirá el grande. Esta acción, explica
Heiblum, determina la existencia de cierta lógica. Gracias a sus
capacidades olfativas, ahora es común que les enseñen a rastrear
explosivos, drogas, alimento, sobrevivientes en un sismo y más. Si a un
perro se le entrena para rastrear del punto A al B y del B al C (en
forma de triángulo), y se coloca en el C el objetivo que debe hallar, al
principio recorrerá los tres puntos, pero después de un par de veces
irá directamente del punto A al C, brincándose el B. Este experimento
demuestra su capacidad para seguir atajos, es decir, también poseen una
condición de inteligencia que les permite adaptarse a condiciones más
fáciles, cómodas y eficaces de acción.
Heiblum explica que “los perros se comunican perfectamente mediante
gestos y posturas corporales; la posición de la cola y las orejas; la
dilatación pupilar y los movimientos de cabeza… tanto que otros perros y
animales entienden a cabalidad su mensaje. Es a nosotros, los seres
humanos, a quienes nos faltan elementos para interpretar adecuadamente
el lenguaje canino”.
Trastornos de aprendizaje
Alejandro Cabrera también es veterinario especializado en etología; sin
embargo, su enfoque es hacia la zootecnia, en su caso a la búsqueda del
“perro ideal” mediante la cruza de los ejemplares más aptos para tener
animales sanos, emocionalmente estables, equilibrados en sus anatomías y
que cumplan instintivamente con la función que van a desempeñar. Su
fuerte son los pastores alemanes y el adiestramiento de canes de otras
razas adecuadas para acciones de vigilancia y protección.
Hace más de 30 años, Cabrera fundó UCAPSA, “la universidad para su
perro”, escuela de adiestramiento que ofrece kínder can para cachorros,
entrenamientos de obediencia y adiestramientos específicos para
seguridad y protección.
Una de las etapas cruciales en la vida del perro, y a la que se le da
poca importancia, es la que va desde el nacimiento hasta la
decimosegunda o decimocuarta semana de vida del cachorro, periodo en que
el animal empieza a abrir sus canales sensoriales: ver, escuchar, oler e
identificar estímulos y crear asociaciones. Cuanto mayor sea la
cantidad de estímulos a los que se haya expuesto durante este periodo,
el perro creará una mayor cantidad de conexiones neuronales y, por
tanto, incrementará su capacidad de aprendizaje.
Aquellos perros que no son expuestos a diversos estímulos, no liberan
todo su potencial, por lo que sufren de “síndrome de privación sensorial
temprana”, tienen una menor cantidad de conexiones neuronales y
desarrollan un trastorno de “ansiedad generalizada” en el que los
estímulos que no conocieron durante esta etapa tan sensible los
perciben, después, como una amenaza: el perro tiene una distorsión en la
percepción de lo que verdaderamente es peligroso y lo que no, y, en
consecuencia, es normal que le tenga miedo a lo desconocido.
Estos perros —explica Cabrera— son muy poco adaptables a la
convivencia con el humano y se pueden volver agresivos, miedosos,
depresivos… hay toda una serie de trastornos relacionados con este
síndrome”.
Uno de los aspectos que provoca el mayor rechazo por parte de los
especialistas en conducta canina, entre ellos Alejandro Cabrera, es la
idea de humanizar a los perros, ya que, argumentan, es una actitud
aprovechada por la industria de las mascotas que cada año mueve millones
de dólares y que, además, vuelve infelices a los perros al tratar de
convertirlos en lo que no son.
Problemas de personalidad
Lo más sano es, señala Cabrera,
tratar a tu perro como perro
e incrementar sus habilidades cognitivas; adiestrarlo para que te
obedezca y evite las conductas indeseadas, así como entrenarlo para que
aprenda la función que se espera de él: compañero, protector, lazarillo,
terapeuta, etcétera.
Se considera que 20% de la conducta de estos animales está marcada por
la genética y 80% por el ambiente, eso muestra lo importante que es
capacitarse para tener un perro.
La fundadora y directora de la Academia para Entrenadores de Perros,
Jean Donaldson, reconoce que los canes tienen capacidades olfativas
sorprendentes, que pueden interactuar en ambientes sociales complejos y
tener una vida emocional muy rica; no obstante, insiste en que carecen
de un pensamiento abstracto y de una moralidad que los haga sentirse
culpables con respecto a sus acciones. La entrenadora señala que estos
animales tampoco tienen una conciencia retrospectiva o prospectiva del
paso del tiempo y que, a pesar de que pueden aprender a discernir la
relevancia positiva o negativa de ciertas palabras, no comprenden el
significado específico del lenguaje verbal.
Algunos hallazgos científicos más recientes retan la suposición
tradicional de que los perros (y otros animales no humanos) simplemente
reaccionan a ciertos estímulos, sin tener la capacidad para el
desarrollo de un pensamiento abstracto, aunque sea muy elemental. Pero
como suele suceder con los nuevos paradigmas: todavía hay cierta
oposición hacia estos avances y son motivo de acaloradas discusiones
entre científicos y entrenadores de perros.
Todos tenemos algo que aportar a este debate a partir de las
experiencias con nuestras mascotas. Observa con atención a tu perro y
toma nota de sus reacciones cuando juegues e interactúes con él.
El reto para los científicos, los entrenadores y para ti es descifrar
su forma de comunicarse, para tratarlo con el respeto y la dignidad que
merece su inteligencia perruna.
(Extraído de
aquí.)