lunes, 17 de noviembre de 2008

A viento...


Hay en Dinamarca un viejo castillo llamado Kronborg.

Pero lo más estupendo de todo este castillo son sus pasadizos, en cuyas cuevas, profundas y tenebrosas, a las que nadie baja, reside Holger el Danés.

Va vestido de hierro y acero, y apoya la cabeza en sus robustos brazos; su larga barba cuelga sobre la mesa de mármol, a la que está pegada. Duerme y sueña, pero en sueños ve todo lo que ocurre allá arriba, en Dinamarca. En Nochebuena baja siempre un ángel de dios y le dice que es cierto lo que ha soñado, y que puede seguir durmiendo tranquilamente, pues Dinamarca no se encuentra aún en verdadero peligro. Si este peligro se presentara, Holger, el viejo danés, se levantaría, y rompería la mesa al retirar la barba. Volvería al mundo y arremetería tan fuerte contra él, que sus golpes se oirían en todos los ámbitos de la Tierra.


Durante el tiempo que me queda de vida, seguramente no volverá Holger; pero ese pequeño que duerme ahí tal vez lo vea y esté a su lado el día que sea necesario.