Hay rituales que comienzan como un gesto simple,
una fecha marcada,
una mesa puesta,
una costumbre repetida sin muchas preguntas.
Pero el tiempo —sabio, paciente—
va dejando en ellos la huella de todo lo vivido.
Y lo que un día fue un recipiente vacío,
una celebración más en el calendario,
hoy rebosa de historias, de miradas que ya saben,
de silencios que no incomodan,
de abrazos que conocen la ausencia y por eso aprietan más fuerte.
Año tras año, sin que lo notemos del todo,
ese pequeño acto se ha convertido en un hilo sagrado
que nos reúne, nos sostiene, nos entrelaza.
No importa el menú, ni el lugar,
importa que estamos.
Que llegamos otra vez,
con lo nuevo, lo roto, lo aprendido,
y volvemos a ser parte.
Sin grandes discursos, sin ceremonia,
cada uno es pieza de un todo
que sólo cobra sentido cuando estamos juntos.
Y es ahí —en esa repetición llena de vida—
donde comprendemos que el ritual no era el festejo,
sino nosotros,
llenándolo de alma,cada vez un poco más.
Y cuando todo calla, cuando todo termina,
cuando las llamas sucumben despacio
y la casa se vuelve silencio,
queda una brasa encendida
en el centro de mi pecho.
Entonces, sin buscarlo,
surge la otra parte,
esa que no necesita testigos.
Y es justo ahí, cuando habla lo más profundo...
Ya he dejado de soplar dientes de león,
ya no busco las respuestas en el cielo,
no me sumerjo en la cera que cae lenta sobre el pastel.
Ya descubrí que la magia, no está afuera.
y que se enciende en los dedos, en los ojos atentos,
en la pausa que nadie nos enseña a reconocer, a habitar.
en la calma de los que frenaron ante la vida urgente,
y esa urgencia traidora no nos hace felices.
Y dicen las estrellas que los fugaces somos nosotros, y cada tic-tac es un segundo de la vida que pasa, huye, y no se repite
De polvo una mota en la mas remota aldea, una nota menor en una sinfonía infinita,
una chispa tibia en un abismo sin bordes, una danza de gigantes que jamás supo de nosotros.
Y aún así, corremos como si el tiempo fuera eterno, viviendo y esperando otro viernes y su pausa breve.
¿Será esto lo que realmente somos,?
¿Un solo hilo que une cada estrella?
Porque en este rincón del cosmos,
donde nada está garantizado,
vivir con atención es un acto de gratitud.
Y amar, una forma silenciosa de resistencia.
El milagro sencillo de estar vivo.
No hace falta más.